El mundo de la caza es cada vez más cuestionado por una sociedad que está comenzando a desarrollar un mayor nivel de empatía y preocupación por el bienestar animal. Ante estas críticas, el sector se esfuerza por otorgarse un papel fundamental dentro del equilibrio de los ecosistemas. Una imagen falsa que tratan de mantener a…

Cotos de Caza, el millonario negocio en Sauce, Corrientes

El mundo de la caza es cada vez más cuestionado por una sociedad que está comenzando a desarrollar un mayor nivel de empatía y preocupación por el bienestar animal. Ante estas críticas, el sector se esfuerza por otorgarse un papel fundamental dentro del equilibrio de los ecosistemas. Una imagen falsa que tratan de mantener a toda costa, como pudimos comprobar en plena pandemia. Las presiones fueron tan grandes que la caza fue una de las primeras actividades que el Gobierno volvió a permitir después del confinamiento. La excusa fue que era imprescindible retomar la actividad para evitar la superpoblación de jabalíes y conejos.

Granjas cinegéticas o vender la caza como una labor imprescindible

Salir al campo, escopeta en mano, seguido de varios perros famélicos y desesperados, para disparar a prácticamente cualquier cosa que se mueva (recientemente, un ciclista que daba un paseo fue confundido con un conejo y terminó con el cuerpo lleno de perdigones), ya no está tan bien visto. Por eso es tan importante darle la vuelta al discurso y vender la caza como una labor imprescindible para la sostenibilidad ecológica de nuestros bosques y campos. Incluso aseguran que son ellos, los cazadores y los propietarios de los cotos de caza, a quienes debemos agradecer el cuidado de estos espacios, así como de la fauna en peligro de extinción.

Sin embargo, dentro de este sector hay un negocio del que apenas se habla: el de las granjas de cría de animales para la caza. Según datos del Gobierno, en España existen 802 granjas de este tipo, de las cuales 285 son para cría de animales de caza mayor como ciervo, corzo, gamo, jabalí, muflón y arrui (un carnero originario del Sáhara). Los 517 restantes están destinadas a la caza menor, es decir a la cría de conejos y aves, tal y como está recogido en el Registro General de Explotaciones Ganaderas. Los datos oficiales también desprenden que en los últimos años se ha producido un descenso en las granjas dedicadas a la cría de caza menor y un ascenso muy preocupante (de un 39,7% en 9 años) de las de caza mayor. Una prueba más de que el interés principal de todo esto es económico. Mientras que matar liebres o conejos tiene un precio que ronda los 200 €, cobrarse piezas como ciervos o gamos, se sitúa entre los 2.000 y 3.500 €.

La temida superpoblación que, con tanto esfuerzo y dedicación, mantienen a raya los cazadores, está creada a medida para que el sector pueda seguir abatiendo animales

La región donde se ubican más granjas dedicadas a la cría y explotación cinética de caza menor es Castilla La Mancha. En esta Comunidad hay un total de 57 instalaciones de este tipo. Le sigue Andalucía que cuenta con 42 y Cantabria con 36. En cuanto a las de caza mayor, Andalucía suma 100 de estas instalaciones, después están las 97 de Castilla La Mancha, seguidas de las 69 granjas de Extremadura.

¿Cómo funcionan estas granjas?

Sencillo, simplemente se producen animales silvestres en función de la demanda, para posteriormente liberarlos en los diferentes cotos de caza que hay a lo largo y ancho del país, sean o no propios de esa región. Así pues, la temida superpoblación que, con tanto esfuerzo y dedicación, mantienen a raya los cazadores, está creada a medida para que el sector pueda seguir abatiendo animales, y seguir manteniendo el negocio en funcionamiento. Es la propia caza la que ocasiona esta congestión de determinadas especies. Los animales que se crían, se sueltan masivamente en un coto determinado, para que los aficionados a la escopeta paguen al dueño de dicho espacio y jueguen a probar su puntería.

Esta práctica, además de ser cruel, es el detonante de graves desequilibrios medioambientales, por una parte, porque algunas especies consiguen integrarse en el ecosistema, convirtiéndose en invasoras, y por la otra, porque no tienen depredadores naturales, ya que estos son también abatidos, o desplazados de sus entornos naturales. En España se crían cada año 1.403.834 animales en granjas cinegéticas para la repoblación, y se sueltan 2.287.069 en los montes, según los datos más recientes del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.

Presas fáciles

Los animales criados en estas granjas, aunque son silvestres, también son presas fáciles, ya que carecen del aprendizaje natural para la supervivencia que habrían tenido en condiciones normales. Muchos se acostumbran al contacto humano, lo que, unido a la escasez de recursos, hace que se acerquen a poblaciones para buscar alimentos, sin miedo a las personas o a los coches. Al haberse criado en cautividad, no están adaptadas al entorno salvaje, y pocos de estos animales llegan a hacerlo. Según los expertos, el tiempo ideal para que un animal de estas características se integrase en el ecosistema sería de aproximadamente unos doce meses, sin embargo, esto está muy lejos de cumplirse. La mayoría de las veces, se sueltan directamente en el campo, y se convierten en presas desconcertadas y muy fáciles de cazar que no sobreviven a los disparos más de 48 horas.

Es una lucha titánica contra un lobby muy poderoso que controla la mayor parte de la superficie de nuestros campos

Por los derechos animales

Desde la plataforma NAC (no a la caza) se ha exigido al Gobierno la prohibición de las granjas cinéticas por ser, precisamente el origen del problema de superpoblación. Sin embargo, es una lucha titánica contra un lobby muy poderoso que controla la mayor parte de la superficie de nuestros campos. NAC, conscientes de esta dificultad, han pedido que por lo menos se creen mecanismos para poder diferenciar las especies criadas en granjas y las de origen silvestre, de forma que se pueda averiguar si un accidente de tráfico está relacionado con la caza.

Las granjas de crías de animales para la caza se han convertido en uno de los negocios más rentables en el sector cinegético. Cada vez son más los que apuestan por criar en cautividad especies silvestres de la fauna autóctona para después liberarlas y ofrecer lo que se conoce como ‘caza enlatada’. De ahí su enorme proliferación en los últimos años en diferentes comunidades autónomas, aunque al recuento oficial hay que sumarle un buen número de granjas ilegales, como apuntan algunos expertos. Abogados de AGMADA (Abogados Granadinos por el Medio Ambiente y los Derechos de los Animales) ya han advertido de este fenómeno, asegurando que hay falta de transparencia en las cifras oficiales, y que en la práctica existen más instalaciones de este tipo de las que están regularizadas.

La caza nunca ha sido una herramienta para regular el ecosistema, sino todo lo contrario

Problema ético y medioambiental

Al problema ético y medioambiental que suponen las granjas cinegéticas en general, hay que sumarle los añadidos de las instalaciones irregulares, que no cuentan con un seguimiento adecuado por personal cualificado. Incluso las granjas legales tampoco disponen de suficientes profesionales que se encarguen de inspeccionar, registrar y supervisar el funcionamiento de estos centros, ya que no se ha creado una Administración específica para esta tarea. Por lo tanto, no hay especialistas que realicen estudios genéticos que permitan controlar como es debido la suelta de animales, y estos se liberan sin análisis previos que certifiquen que no tienen enfermedades o infecciones que puedan perjudicar a la fauna autóctona. Aunque la mayoría de los animales liberados permanecen con vida poco tiempo, pueden llegar a traspasar a la fauna silvestre algún patógeno contraído en la granja. Otro aspecto medioambiental que también se ve afectado por esta modalidad de caza, es la flora, ya que las sueltas se hacen en fincas cuyo suelo y vegetación no siempre es la adecuada para determinadas especies. Y una degradación anómala de la flora de una región termina afectando a toda la biodiversidad de la zona.

La caza nunca ha sido una herramienta para regular el ecosistema, sino todo lo contrario. Es una industria con fines económicos que está generando un grave impacto medioambiental, además de llevarse, a sangre fría, muchas vidas por delante.

Autora: Noemí Alba, Activista por los derechos de los animales

Fuente: buenoyvegano.com

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